03 febrero 2009

Parece mentira. Si Darwin volviera a mesarse la barba...



No se entiende cómo puede ser que un tercio de los británicos crea que el mundo fue creado por DIOS hace no más de 10.000 años existiendo tantísimas evidencias de lo contrario. Me produce tristeza pensar en la capacidad intelectual de este 32% (para ser más exacto), o lo que sería menos grave pero igualmente preocupante de la formación científica de estas personas. Pero con ser chocante una noticia así, no deja de ser una nimiedad frente a la siguiente que intentaré desmenuzar a continuación en la continuación de mi blogg tan denostado últimamente. Esta entrada es considerablemente extensa por lo que si no dispones de tarifa plana te recomiendo que grabes la página y la veas sin conexión, porque leerla entera puede llevar su tiempo. Bienvenido.

La noticia de que más del 50% de los británicos cree en la necesidad de la intervención de un “ente ordenador” o “diseñador inteligente” de la vida, para que esta exista con la complejidad con la que se presenta ante nuestros ojos, frente al 40% que confía en la explicación al respecto que ofreció Charles Darwin hace próximamente 150 años, pone sencillamente los pelos de punta. Al menos a mí me deja perplejo constatar cuan sencillo le resulta a la irracionalidad hacerse un hueco en el pensamiento de los seres humanos. No pretendo decir que todos aquellos que defienden la teoría del diseño inteligente sean irracionales o ilusos o algo por el estilo. En cierto modo me infunden un curioso respeto por lo que de osado me resulta el oponerse al paradigma central de la biología moderna por excelencia, la teoría de la evolución por selección natural que Darwin expuso en su maravilloso libro “El origen de las especies”. Lo que quiero decir es que me parece demasiado aventurado atribuir una causa determinada a un hecho, solo por que esta sea plausible. Siendo extremadamente escrupulosos en nuestros razonamientos, deberíamos desechar de base las suposiciones a menos que las planteemos como hipótesis pendientes de confirmar. Es decir, que la vida tuvo un principio dirigido y ordenado en virtud de un ente ordenador que dirigiese el proceso y la diseñara no dejaría en principio de ser una hipótesis que habría que demostrar.

Esta tarea no es sencilla, habida cuenta de las implicaciones de todo tipo asociadas a dicho proceso. En discusión está, no ya el desarrollo de la vida a lo largo de millones de años, sino el origen mismo de esta vida (si es que tenemos claro lo que entendemos por tal, que con seguridad es otro tema que da para debates interesantísimos que dejaremos para otra ocasión obviando la cuestión por ahora).

Podríamos empezar por la Tierra y de ese modo añadir algún que otro matiz para nada despreciable en el debate. Pensemos en primer lugar que el origen de la vida en la Tierra tuviese un origen exógeno de cualquier tipo. En ninguno de los supuestos descartamos la acción de la selección natural como motor de evolución que modificase con el tiempo las primitivas formas de vida hasta llegar a la biodiversidad actual. Solo pensaremos en el origen mismo de dichas formas de vida primigenias sobre la Tierra en este caso. Hagámoslo ayudados de los siguientes experimentos mentales:

- Supongamos que la vida en nuestro planeta hubiese sido diseminada por elementos inertes. Estaríamos entonces ante una teoría con nombre. La teoría de la Panspermia, término acuñado por Hermann Ritcher y utilizado para referirse al origen externo de la vida en la Tierra por Svante August Arrhenius, es una buena explicación en este sentido que pretende sugerir que a través de “vehículos” inertes, como meteoritos o cometas, pudieron haber llegado hasta nuestro planeta seres vivos procedentes de otros lugares del universo. Eso sí, estaríamos hablando de seres vivos tan resistentes como para poder soportar altas radiaciones y elevadísimos contrastes de temperatura como los que se soportan durante los viajes interplanetarios. Esta teoría se sustenta por varias observaciones no concluyentes de trazas de material “orgánico”, así como la aparente presencia de fósiles bacterianos en restos de meteoritos encontrados en la Tierra, en el análisis de la composición de las estelas de algún cometa que parecen revelar al presencia de algunos aminoácidos esenciales y otras moléculas orgánicas entre sus componentes. Aun cuando pudiera tratarse de una teoría plausible, no resuelve el problema del origen de la vida sino que lo traslada de lugar.

- Supongamos por lo contrario la existencia de un ser o seres vivos “extraterrestres”, en el sentido literal de la palabra, suficientemente capaces de poder “sembrar” formas de vida ya existentes procedentes de otro lugar externo al planeta. Si intervienen seres de este tipo en nuestro experimento hablaríamos de Panspermia dirigida. Se trataría de sembradores, no de diseñadores, por lo que el origen habría que buscarlo en otro lugar al que no tenemos acceso sino a través de inferencia por observación de la composición, estructura y complejidad de las formas de vida que habría generado. Sobre los sembradores no tendríamos información alguna sino la fecha aproximada en la que actuaron mediante cálculos indirectos relacionados con la datación de los primeros fósiles conocidos, unos 4000 millones de años. Los propios sembradores serían seres vivos de los que no tenemos experiencia constatada, cuyo origen sería una incógnita nueva pues no podríamos suponer que su composición, estructura y complejidad fuera similar a la de las formas de vida que estos siembran. Nada, por tanto, impide que podamos asociar al origen de esa vida diseminada, de origen externo, una causa similar a la que la ciencia intenta buscar en la propia Tierra.

- Supongamos que dicho ser o seres además de sembrar se dedicaron a “diseñar” de nuevo las formas de vida primarias que diseminaron posteriormente. Nosotros mismos somos capaces de diseñar nuevas formas de vida por ingeniería genética y ya planificamos sembrar de vida la Luna o Marte. En ese caso el origen de la vida en la Tierra se debería a la existencia previa de estos seres capaces de generar nuevas formas de vida. En este caso, al no conocer nada sobre la existencia de estos seres, salvo su capacidad por deducción de aquello que fueron capaces de generar, no podemos especular nada sobre su origen, que en cualquier caso debió ser exterior al planeta Tierra.

Si el origen no fuese exógeno a la Tierra sino endógeno. En ese caso, la evidencia fósil, la observación y la evidencia experimental nos llevaría a preguntarnos en exclusiva por el origen de formas de vida primarias que, más tarde, pudieran dar lugar por evolución por selección natural al resto que hoy conocemos. Si en ese origen no acudimos a agentes externos nos conduciremos irremediablemente a hipótesis de origen por síntesis química prebiótica, una especie de teoría de Generación Espontánea moderna y algo más elaborada que la que defendían entre otros René Descartes o el mismo Newton. Hipótesis de este tipo hay muchísimas y todas ellas se diferencian entre sí por las premisas, los factores y las variables que intervinieron sobre las condiciones iniciales de dichas reacciones, dependiendo de las cuales, los resultados acaban, por regla general, siendo igualmente variados. La mayoría de la comunidad científica apunta en esta dirección, y aún cuando los avances en esta dirección no son espectaculares, al menos desvelan mecanismos, datos y nuevas evidencias sobre cómo pudo haber sido ese origen y la capacidad que tiene la química para dar lugar a estructuras complejas a partir de otras mucho más sencillas. Un ejemplo de esto es la obtención de proteinoides o de los llamados coacervados de Alexander Ivanovich Oparín, claros prototipos de envoltorios cerrados membranosos, posibles precursores de las primeras protocélulas.

Ahora bien, todo esto se puede encuadrar dentro de un proceso de pensamiento, a veces deductivo y otras tantas inductivo que en parte caracteriza a la ciencia. La clave del error, según mi punto de vista, de los defensores de la hipótesis del diseño inteligente es argüir, ante la imposibilidad de desgranar el misterio por resolver del origen de la vida, a Dios. Si rechazamos el origen no dirigido - químico de la vida sobre la Tierra, solo nos quedan posibles explicaciones exógenas. En todas ellas, el origen mismo de la vida queda pendiente pues no se explica la existencia de la supuesta vida “extraterrestre”. Bien, puede ser que seres extraterrestres intervinieran en el origen de la vida en la Tierra, pero ¿cómo surgieron estos? Si nos decantamos por la Panspermia, ¿cuál es el origen de esa vida que supuestamente se transportó a la Tierra a saber de qué modo? Ante eso hay, a mi parecer, tres posibles explicaciones, casi filosóficamente inevitables, para responder a la pregunta del origen de la primera forma de vida del universo, a saber:

- La primera forma de vida fuera de la Tierra, o lo que es lo mismo a efectos de nuestros planteamientos, la primera forma de vida del universo, tiene su origen en mecanismos de síntesis química no dirigida. Problema igual al que la ciencia ortodoxa pretende resolver, por ahora sin mucho éxito, en la Tierra, pero sin saber de qué formas de vida estamos hablando ni en qué condiciones iniciales. Respuesta plausible.

- La primera forma de vida del universo no existe, porque el universo existió siempre y la vida con él como propiedad emergente e inevitable de la materia. La vida existió siempre por lo que no habría que explicar su origen. Explicación poco consistente por su contraposición con los avances en astrofísica y la hipótesis del Big Bang que aduce a un comienzo concreto en el pasado del espacio y del tiempo. Si comprobásemos que la estructura de este espacio-tiempo y del desarrollo del universo es diferente a la que imaginamos, de forma que el universo hubiese existido siempre pudiendo albergar vida en su seno, lo cual es prácticamente imposible, podría ser plausible.

- La primera forma de vida en el universo se creó en el pasado por mediación de un ente organizador de la materia y/o la energía, no-vivo, (puesto que de serlo nos encontraríamos en un supuesto anterior), que podríamos llamar, definido así a nuestro propósito, DIOS. También podría ocurrir que DIOS fuese capaz, no solo de organizar la materia y/o la energía del universo sino de crear esta materia y/o energía de donde no la hay. ¿Plausible?


La invención del concepto DIOS en este desarrollo es evitable. Intentaré explicarme. De existir un ente así, pudo dar lugar a la vida tomando como materia prima la “nada” o “algo”. En el primer caso, suponer que a partir de nada se puede producir algo es una falacia filosófica pues son conceptos opuestos. Desde el punto de vista científico no tiene sentido alguno investigar “nada” para intentar ver o descubrir cómo de nada puede surgir algo, pues “nada” no es un objeto que se pueda observar, medir, percibir,…Por ejemplo, podemos observar todo aquello de donde proceda luz, (que es energía y por tanto algo), podemos medir la masa de todo aquello que la posea, (algo que contiene masa es por definición materia, que a su vez es algo). Si del vacío puede surgir espontáneamente “algo” es un hecho del que no tenemos experiencia hasta el momento y si así fuera sería un fenómeno a estudiar e intentar explicar por parte de la ciencia sin tener que recurrir a un concepto de DIOS desde un principio.

Se pueden entretejer diversos argumentos en contra de este razonamiento, por ejemplo, se me ocurren: "Puede que el fenómeno físico que tuvo lugar cuando DIOS creó la vida a partir de la “nada” solo ocurriese una vez, por lo que el hecho de que no se haya producido en más ocasiones o en ocasiones en las que no se haya podido recoger constancia de esta hecho no significa necesariamente que este hecho no se produjese".

Por esa regla de tres podemos inventar tantas hipótesis estrambóticas queramos, pues por no ser demostrable o comprobable no tienen porqué ser falsas. En esta línea, Bobby Henderson, licenciado en física de la Universidad estatal de Oregón, lideró una iniciativa como protesta por la decisión del Consejo de Educación del Estado de Kansas (Kansas State Board of Education) de permitir la enseñanza pública del diseño inteligente como una alternativa de la teoría de la evolución. Esta iniciativa consistió en crear una nueva religión, el pastafarismo, y escribir solicitando que la teoría según la cual la vida, así como todo el universo, fue creada por el Monstruo del Espagheti Volador, se incluyese en los planes de estudio bajo amenaza de acudir a los tribunales si no se tenía en cuenta su petición. No tiene desperdicio alguno. Recomiendo encarecidamente la visita de la entrada en Wikipedia sobre el pastafarismo.

Si el ente Dios no hubiese creado los materiales que luego transformaría en la primera forma de vida en el universo y solo los hubiera transformado, el misterio se encontraría en encontrar evidencias de la existencia de este DIOS y de su naturaleza, para intentar encontrar respuesta a ¿cómo lo hizo?


Con esto no se cuestiona en principio la existencia de DIOS, sino que independientemente de exista o no, (aspecto a debatir en otra ocasión si se quiere, pero del que no se tiene constatación corroborable), no se tienen argumentos científicos que apoyen, ni tan solo remotamente, que fue este ente el responsable del origen de la vida. Y por tanto, no se puede defender una hipótesis sobre la que no se tiene evidencia o indicio alguno.


Con argumentos como el famoso sobre la estructura compleja del flagelo bacteriano solo podríamos, a lo sumo, reforzar la hipótesis del diseño inteligente, pero en ningún caso concluir en ella que el diseñador fuese un ente del tipo de DIOS.


En resumen, la hipótesis del diseño inteligente, más allá de sus connotaciones religiosas, es plausible admitiendo la posibilidad de la existencia de vida capaz de diseñar o modificar vida fuera de nuestro planeta, lo cual no es muy difícil de imaginar pues en nosotros se da un ejemplo claro de que este hecho es posible. No es imposible, por tanto, imaginar hombrecillos verdes con inteligencia suficiente para diseñar una forma de vida primigenia, (o unas pocas), y depositarla en la Tierra para que después, por el comprobado y eficaz mecanismo de evolución por selección natural, esta, (o estas), dieran lugar a la biodiversidad que tanto amenazamos en la actualidad. Si seres así existiesen, la hipótesis sería plausible, y es por ello, entre otras cosas que se gastan millones de dólares en investigación y búsqueda de vida extraterrestre, inteligente o no, en otros lugares de nuestra galaxia. (SETI, Viking, Beagle2,…)


Además de intentar buscar vida fuera de la Tierra o de analizar composiciones de meteoritos o cometas, la ciencia también destina esfuerzos en investigación para intentar dilucidar si la vida en la Tierra pudo surgir de la no vida sin intervención de entes “creadores” o “sembradores”, y gracias a esta investigación se obtienen multitud de beneficios en forma de nuevas tecnologías y de conocimiento básico en ciencia, tanto en química y biología, así como en geología, lo cual es muy beneficioso para la humanidad en su conjunto. Este conjunto de hipótesis, incluida la panspermia dirigida dan lugar a predicciones y/o experimentos con los que poder comprobarlas, si no en su totalidad, sí en partes. Pero la hipótesis según la cual el “diseñador inteligente” sería un ente del que es imposible tener constancia científica y al que no se puede buscar de forma material, o ni siquiera evidenciar su existencia de forma indirecta, es una hipótesis que no es científica, pues no permite ser refutada ni comprobada por medio de la experimentación. Si algo caracteriza a una teoría científica es su refutabilidad y/o comprobabilidad según el paradigma científico que guíe nuestro método científico. Por este motivo, la ciencia, seguro que por el momento no dedica esfuerzos ni inversión a buscar evidencias de la existencia de DIOS, tenga este la apariencia que sea, ya sea un triángulo con ojo en medio o un cuenco lleno de espaghetis con albóndigas incluidas.


Solo en el caso de que apareciera DIOS ante la comunidad científica, de modo que esta pudiera comprobar que, en efecto, lo que tienen ante ellos es lo que hemos definido como DIOS, y hubiera una forma de comprobar que fue este ente el responsable del origen de la Vida, podría ser defendible dicha hipótesis, ya como teoría. Hasta que esto no sea así, solo queda a la altura de hipótesis no científica, y para nada puede ponerse a la altura, no ya de una hipótesis científica, sino de una teoría contrastada como la Teoría Sintética de la Evolución por selección natural que disfrutamos gracias a Charles Darwin, en la que tan pocos británicos parecen confiar.